martes, 19 de febrero de 2013

Ruta 032. Puentes del Manzanares 13.2.2013

Excursioncita con muy poco desnivel, apto para lisiados, pero que no se incorporaron a la misma. Sabíamos que Fernando no venía pues nos había escrito un e-mail en ese sentido, pero al llegar al punto de encuentro, el puente de El Grajal, Miguel nos informa que el día anterior le había llamado por teléfono para decirle que sí venía. Pues bien, nos decidimos a esperarle, pero en esto que JG nos dice que le ha llamado esta mañana para anunciar que no venía. Bueno, pues en lugar de diez, somos nueve: JP, JG, Manolo, Paco (el que suscribe), Jero, JL, Miguel, Chicho y Miguel Ángel.
  El primer problema es dónde aparcar, pues el puente está en una curva de la carretera y no hay espacio, pero sale un camino de tierra en muy mal estado, estrecho, con baches profundos, que se encamina hacia la presa del Grajal. Nos metemos por ahí, y resulta que a los 50 metros vemos un buen aparcamiento donde ya hay un coche, más madrugador que nosotros. Dejamos los nuestros y nos ponemos las botas (de una forma física, real). Iniciamos la marchita y nada más dejar la presa atrás, nos encontramos con un paso muy estrecho donde hay una cuerda atada a las rocas para podernos agarrar y no caernos al vacío. Una vez pasado este pequeño incidente, nos encontramos de frente con una panda de jubilatas que dicen que vienen ya desde el otro puente, el del Batán y resulta que ¡hay mujeres también! Estos se lo tienen mejor montado que nosotros. Nos comentan que van a volver al puente de donde vienen y luego se van a Tres Cantos a comer.
 Arribamos a una central eléctrica en funcionamiento desde 1900, que tenía un ruido espantoso y continuamos subiendo y bajando en plan rompepiernas, contemplando el extraordinario paisaje que nos ofrece el Manzanares con sus pequeñas cascadas y sus hoces. Avistamos una playita de arena a donde nos llevó una senda descendente y donde el río se remansaba para poder darnos un baño, pero resulta que estamos en invierno y, aunque hace un día caluroso y espléndido, no somos jabatos de meternos en el agua. La perrita Neska ya se ha metido dos veces y parece que le gusta.
 Llegamos a las ruinas de un molino y nos solazamos con la contemplación del paisaje. Algunos incluso hacemos fotos. Bordeamos unos farallones alejándonos del cauce del río, para volver otra vez a andar casi por su borde. De esta manera encontramos una pradera no muy grande donde podernos atizar unos lingotazos de la bota que hoy, excepcionalmente, ha traído JP en lugar del que la trae siempre. Efectivamente, el vino está muy bueno y el descanso lo agradecemos.
 Sin más incidentes, divisamos una pequeña falla en la orilla derecha del río que la llaman del Vado de la Tabla y es una profunda depresión que cruza el Manzanares. Es una pena que no se pueda ver más de cerca pues está dentro de una finca privada.
  Después de contemplar y fotografiar el puente del Batán, emprendemos el regreso al  punto de partida y buscamos un lugar resguardado del poco viento que hay, donde poder yantar y dedicarnos al “comercio” y al “bebercio”, encontrándolo en una antigua explotación de granito situada cerca de la senda y de la gravera por donde caía el material extraído. Las vistas son paradisíacas, pues divisamos la Cuerda larga con su manto de nieve, el Yelmo, buena parte de La Pedriza y el curso profundo del río que se pierde  entre farallones y precipicios casi inaccesibles.
            Algunos de nosotros tienen prisa por regresar y empiezan a sacar ventaja a los más rezagados que se entretienen en solazarse un poco más del paisaje. Cuando los últimos divisan la presa de El Grajal, los primeros ya se han esfumado.
            Y así termina esta historia para otra historia empezar (el miércoles que viene, claro).

         Paco.

4 comentarios:

JP dijo...

Paco ha llegado un minuto antes de que sonara la campana.¡Es un héroe!
Resultó que era una excursión que daba más de sí de lo que parecía porque tiene de todo un poco: rápidos y remansos así como presas de agua, paredes de granito, pedreras, vegetación de ribera y laderas inmensas de enebros,carrascas, puentes medievales o menos.
Algunos anduvimos por los recovecos del río y los había muy hermosos (véase las fotos).
Al final me pude librar de la bota, jeje. Vaya mérito que tiene Paco y cuanto le queremos por eso

Anónimo dijo...

Hay que añadir algo, porque Paco, modestamente, no quiso hacer referencia en su crónica a cómo se jugó la vida, bajando al río( 60 m) por la pedrera que había en la zona en donde comimos, y así poder estar más cerca de las curiosas semi-torcas que había formado el río en ese lugar. No lo vimos descender, porque muchos estábamos buscando un acceso que suponíamos podría existir río arriba para llegar al mismo lugar sin tanto riesgo, pero no fue posible pasar, el río y el terreno lo impedía.

Chicho

Miguel dijo...

La verdad es que lo que parecía que iba a ser un paseíto de nada, se convirtió en una excursión muy bonita.
Propongo que la repitamos en primavera que tiene que estar espectacular
Miguel

Anónimo dijo...

Me gusto esta zona del Manzanares tan cerca de Madrid y que para mi era desconocida. El rio estaba con bastante agua y las vistas de la sierra con su nieve eran impresionantes.
JG