jueves, 14 de mayo de 2015

Crónica de Las minas de Navalagamella 13 de mayo de 2015.




Solo ofrecí dos opciones la elegida y como alternativa ir a La pedriza a buscar la Cruz del Mierlo, que no obtuvo ningún voto. El personal está ya disperso y solo se apuntaron Chicho, Miguel Ángel, Jerónimo, Fernando y como senderista invitada Ana, que bajó la media de edad del grupo. 
La excursión se presentaba fácil y asequible a nuestras capacidades. Sólo había una ligera duda sobre el clima del día. Se anunciaba calor. La cita de Navalagamella funcionó correctamente y salimos del pueblo por un senda entre dos muros de piedra y sombreada por encinas. El cielo nublado y una ligera brisa hacían más agradable la senda. La primera meta era una encina centenaria (150 años), para lo nos desviamos un poco del camino principal, pero valía la pena. La encina, aislada, tenía una copa perfectamente simétrica estaba señalada con un hito de piedra que ponía "AS" (árbol singular?). Las nubes habían desaparecido y aunque a veces circulaba una pequeña brisa, la temperatura empezaba a atacarnos implacable.
Encina centenaria
La siguiente peculiaridad de esta marcha fue un sifón (el de Picadas), que teníamos que pasar al otro lado, pero no como lo hace el agua, sino bajando y subiendo andando. El desnivel no era excesivo unos 60 m. pero la vista del extremo lejano era deprimente. Pasamos este trago imperturbables, pero llegamos al otro extremo algo más tocados por el calor. Llegamos al punto en que había que abandonar la pista que traíamos para seguir una senda semiperdida que nos acercaría a la mina bajando al fondo de un pequeño valle y remontando por la otra orilla. Aquí prudentemente, Fernando se descolgó del grupo y siguió por la pista llana hasta un punto en nos volveríamos a encontrar para comer. El camino a la mina era empinado y con el calor cada vez más fuerte. 
Entrada tapiada de la mina
La mina fue decepcionante. Habíamos puesto mucha esperanzas en esta visita, pero nos encontramos una entrada tapiada y una galería ciega demasiado pequeña, de unos 30 m. aunque eso sí, allí la temperatura era fresca. La salida al camino principal la hicimos por el sitio más difícil y llegamos arriba, (al menos yo), extenuados.
Galeria cegada
Restos de la guerra
Sorprendentemente nos encontramos con Fernando en el sitio previsto, su tiempo y el nuestro coincidieron como si una operación de comando se tratara. Allí comimos, bueno yo pasé de comer y me limité a la fruta y al agua. A estas alturas, del recorrido ya nos habíamos enterado que estábamos circulando a 38º en el día de mayo mas calurosa de no sé cuantos años. Todas nuestras existencia de agua estaban prácticamente agotadas y la poca que quedaba estaba caliente. Afortunadamente en los 3 Km que nos faltaban para llegar al centro de Navalagamella nos acompañó una nube protectora y una brisa refrescante. Recorrimos la senda, que ya conocíamos y buscamos un bar para intentar saciar nuestra sed de agua que no de justicia..
El bar era de un gallego, padre de un torero y que confraternizó con Chicho por eso de la patria lejana común.
Vuelta a Madrid sin más incidencias. Una excursión que será recordada por el calor que pasamos.
Las fotografías son cortesia de Miguel Ängel

El cronista de turno Jesús García Carcedo.

Recorrido de la marcha
Perfil del recorrido

2 comentarios:

Chicho dijo...

A mi no me gusta el espectáculo de los toros, pero me quedé impresionado cuando el padre-Carreiro dueño del bar en el que nos repusimos con las cervezas, gallego cómo yo, me llevó al interior y me enseñó un par de fotografias colgadas en la pared, en las que no podía apartar mis ojos de unos enormes cuernos de un toro que su hijo José Antonio Carreiro esquivaba. Miguel Angel dijo que era conocido. Sus padres, ambos de la Guardia, llevan establecidos en el pueblo 32 años, y yo,recordando las hermosas dehesas por las que pasamos, traté de comprender el que un hijo se te decante por el toreo.

Chicho

Anónimo dijo...

Como se ha dicho en la crónica, el protagonista del día fue el calor, que nos impidió disfrutar de una marcha bonita en este tiempo. Todavía el campo estaba verde, había un color en los campos entre morado y azul de los cantuesos y otras flores, mezclado con el blanco de las margaritas. El terreno estaba compuesto de dehesas con frondosas encinas, aunque ausentes de ganaderías, supongo que son fincas dedicadas a la explotación cinegética. Lo de la mina fue decepcionante, no vale la pena hacer una abrupta bajada sin camino y después una subida igual de mala para ver una cueva cegada. Si se hace otra vez, es mejor ir por camino pasando por las canteras hasta el área de restos de guerra, ver el nido de ametralladoras y volver por el mismo camino hasta la pista principal.
M.A