sábado, 25 de junio de 2016

SUBIDA A PEÑA CÍTORES. 22 DE JUNIO DE 2016

El miércoles día 22 hizo un día perfecto; la atmósfera estaba nítida y la visibilidad muy buena, la retama en flor cubría las laderas y una agradable brisa mitigaba el calor sofocante que se había anunciado.
Cuatro marchosos: JP, Chicho, JA y Miguel, iniciamos la ascensión a Cotos desde el Puente de la Cantina. La marcha, entre los esbeltos pinos y por las laderas alfombradas de helechos  tiernos fue dura (muy dura), pero de los más agradable.


Algo que nos llamó la atención en esta subida y en el resto del día es que no nos cruzamos con nadie, salvo en Cotos, no había excursionistas; ¿habrán encontrado trabajo los jóvenes?, ¿se habrán reenganchado los jubilatas? ¿???
Llegamos a Cotos, y allí sentados junto a la fuente tomamos los panchitos, bebimos y repusimos fuerzas para iniciar el camino hacia la peña Cítores a lo largo de un camino  llamado Senda del Batallón Alpino. Transcribo aquí unos párrafos de Andrés Campos que me parecen interesantes.

Todos los jueves, en un café de la madrileña calle del Príncipe, diez hombres que rondan los 90 años de edad se reúnen para recordar los tres peores inviernos que nadie haya pasado jamás en la sierra de Guadarrama. Son quizá los últimos supervivientes de aquel Batallón Alpino que fue organizado en septiembre de 1936 por el Partido Comunista para mantener a raya desde las cimas más altas de Madrid a las fuerzas rebeldes acantonadas en La Granja (Segovia). Esto es lo que uno de esos viejos leales, don Miguel Oronoz, nos ha contado.
Formaban el batallón miembros de las sociedades Deportiva Excursionista y Peñalara, de extracción más humilde e ideario más puro y gineriano que el elitista Club Alpino Español: montañeros audaces como Teógenes Díaz o Ángel Tresaco, campeones de esquí como Luis Balaguer o Manolo Pina. A mediados del 37, al unírsele el Batallón Juventud –de filiación socialista–, llegaría a contar con un total de seis compañías y unos 600 hombres para cubrir un frente de 33 kilómetros, desde la peña del Cuervo, cerca del puerto de Guadarrama, hasta Peñalacabra, junto al de Navafría.
Ellos abrieron desde el puerto de Cotos (1.848 metros) la senda del Batallón Alpino para abastecer las posiciones de Peña Cítores (2.180), Dos Hermanas (2.285) y Peñalara (2.428), que eran con diferencia las más duras del frente. No es que hubiera mucha acción –en realidad, este sector se mantuvo inalterado durante toda la guerra–, pero nieve toda la del mundo, y así don Miguel tiembla aún al recordar aquel grueso chaquetón que la Pasionaria se trajo de Moscú para el que más lo necesitara en España, y cómo aquellos cientos de hombres, elegidos por sus sabañones, decidieron libremente que sirviera como puerta en uno de los míseros chozos donde pasaban las gélidas noches peñalaras. Ni que decir tiene que un regalo como ése, en otro ejército, hubiera seguido el conducto reglamentario hasta acabar en el guardarropa de un general.

Impresiona pensar que por este camino y en condiciones tan duras subieron los cañones a lomos de caballerías.

Recuerdos aparte, el camino fue precioso, plagado de retama en flor y con unas vistas hacia la Bola del Mundo y más allá espectaculares.


 El sol apretaba, pero como ya dije, una suave y agradable brisa nos hacía muy llevadera la caminata que ascendía sin grandes repechos por la ladera hacia la Peña Cítores que divisamos desde lejos y también un pequeño refugio hacia el que nos dirigimos. Pudimos ver, también las trincheras y repechos que los republicanos hicieron en estas alturas.

 Conseguida nuestra meta, contemplamos el impresionante panorama que se nos abría hacia la llanura segoviana. Podíamos ver como si fuese una maqueta a nuestros pies Segovia, La Granja, Valsaín…


Comimos  al abrigo del sol en el pequeño refugio cómodamente sentados en unos bancos que alguien ha instalado allí. Nos sorprendió lo limpio y arreglado que estaba todo, con estantería, cristales en la ventana, escoba, etc.
Repuestas las fuerzas y tras animada charla como siempre, iniciamos la bajada hacia los coches que se nos hizo un poco larga y cansada, pues ya llevábamos una buena caminata encima.
Chicho dice que según sus GPS, perfiles y esos rollos subimos 967 metros y bajamos 875 y que hicimos 13,7 Kms., pero yo no me lo creo y así a ojo (que es como mejor se calculan estas cosas) nosotros pensamos que menos de 1000 y pico no subimos y que por lo menos 15 o más Kms si anduvimos.
Llegamos a los coches, nos fuimos a Venta Arias y nos tomamos cañas, cafés y Aquarius comentando la excursión tan bonita que habíamos hecho.
Y así hasta la próxima.


Miguel

3 comentarios:

Jesus dijo...

Fue un día extraordinario! Pq todo acompañó pasta que así fuera:la luz,el paisaje, la temperatura y la compañía. La primera parte hasta Cotos, un paseo de calentamiento por uno de los bosques más bonitos de España. Fueron 500m de desnivel muy llevaderos y 7kms de longitud.
Después desde Cotos a Citores sufrimiento. Ąqui se notó que no estoy fino del todo. Una pájara se me acercó aunque supe despistarla.
La comida en el estrecho de la cabina yo me la salté,preferí hacerla fuera debajo en una roca.
La bajada loor el bosque fue una gozada pero mi rodilla sufrió pq 850ms son muchos metros.
Jp

Manuel Navarro Seva dijo...

Da gusto veros tan fuertes y marchosos. Vaya subidón.
Saludos, Manolo.

Chicho dijo...

Tenía ganas de volver a visitar el Camino del Paular que sube hasta el puerto de Cotos, era un recuerdo nostálgico de hace muchísimos años cuando con mi hijo hice la travesía en MTB desde el puerto de Navacerrada (habíamos subido desde Cercedilla en tren), puerto de Cotos, bajada por el Camino del Paular al puente de la Cantina, desde allí subida a la Fuenfría por alguno de los caminos que ya conocemos y bajada a Cercedilla por la carretera de la República. Esta vez tuve más tiempo para darme cuenta de lo hermosa que es la senda que conduce a Cotos por entre los altísimos pinos albales y sus súbditos los helechos.

La excursión fue todo un acierto, llegamos al arroyo del Infierno (vaya nombre!) y allí ya comenzamos a ver los restos de lo que podrían haber sido las bases de piedra para colocar las tiendas de campaña de esa lejana contienda, la subida había terminado y lo celebramos bebiendo en la fuente de los Pájaros. Ya en Peña Citores, cómo dice Miguel, la vista es reconfortante y didáctica, sobre todo si uno tiene a su lado a JP que va nombrando los picos lejanos e incluso haciendo preguntas a sus "alumnos" sobre alguno que aún no desvela su nombre. Hay que estar un poco lejos de él cuando lanza esa pregunta, no sea que se dé cuenta de nuestras limitaciones visuales/geográficas.

Sigamos con el acierto de la elección de la excursión. Dudamos en el camino de bajada, las curvas de nivel en el mapa nos imponían. Pero qué camino no esta mil veces recorrido en las inmediaciones de Peñalara? Así fue, desde el refugio en el que comimos seguimos una senda muy bien marcada con hitos que nos devolvió al puente de la Cantina. Por si la abundancia de hitos no fuera suficiente, allí estaba JA que iba colocando aquí y allí, cómo si fuera uno de esos empleados que pone conitos en la carretera para empezar a pintar, sus piedrecitas salvadoras. Uno va descubriendo el alma comunitaria de sus compañeros en ocasiones como esta.

Miguel, muy bien escrita la crónica, se olfatea tu pasada profesión.

Chicho