miércoles, 26 de octubre de 2016

La Gran Cañada 19 octubre 2016


Nos acercamos Jero, JL, Juan Angel, Paco y el que escribe a Canto Cochino para hacer la marcha que había sido escogida esta semana : La Gran Cañada. La información la proporcionaba Andrés Campos en su web, pero la describía lineal y nosotros quisimos hacerla un poco más suave a la vuelta, con lo que nos decidimos a hacerla circular.
El aguerrido grupo de siete montañeros se dio cita en el aparcamiento de Canto Cochino, aunque no vieron al cochino por ninguna parte, de ellos dos no acudieron con excusas espurias, ya que la marcha prevista solo tenía unos 16 Km y un desnivel acumulado  unos de 800 m. De los cinco restantes, dos llegaron tarde por el tráfico; el día estaba nublado y con lluvia.

            Los cinco aguerrido montañeros salieron (11:30) en dirección de la Gran Cañada, bajaron hasta el aparcamiento pequeño, cruzaron el rio Manzanares y el arroyo Majadilla  y subieron por un repecho por el barranco de  "Los Huertos", por una senda que va junto al arroyo del mismo nombre hasta alcanzar la mayor y mas salvaje pradera de estas sierras de Guadarrama conocida por la Gran Cañada (12:20), con el Yelmo a la izquierda y el cancho Butrón al este, hacia donde se dirigieron. A continuación la recorrieron, siguiendo las señales rojas y blancas de GR-10 (sendero de gran recorrido Valencia-Lisboa) que jalonan el sendero que culebrea por esta enorme terraza desde la que se otea Manzanares el Real y el embalse de Santillana, disfrutando del paisaje y de lo plano de la pradera,
El día aparecía ligeramente lluvioso y muy agradable de temperatura. La Pedriza siempre radiante, con sus enormes bloques de granito, que uno se maravilla de descubrir una y otra vez, cómo si nunca los hubiera visto.
Una cabra solitaria nos vigilaba desde su lejana atalaya, no creo que se extrañara de ver a unos despistados a esa hora de la mañana, porque la Pedriza las tiene acostumbradas al gentío, pero bueno, estábamos solos y a punto de tomar los panchitos en su cercanía, y eso siempre puede dejar algún rastro alimenticio.
A la altura donde el GR-10 se  cruza con la une de la senda de Maeso, se pararon a descansar un rato (12:45-13:00), a reparar fuerzas con los "panchitos” acompañados de un excelente Ribera de Duero que el gran sumiller del grupo proporcionó.

Poco antes de parar, Paco, como de costumbre, se enrolló con dos que subían y nos comunicó que le habían dicho que a partir de la una empezaría a llover. Así ocurrió aunque la lluvia fue tenue. Una vez descansados,  comenzaron la bajada hacia El Berrueco, muy bonita y  con bastante pendiente, por el extremo oriental de la pradera para ir a caer al arroyo del Recuenco, y desde aquí, ya por pista franca, se  plantaron en media horita en el Canto Berrueco.  Al llegar al Berrueco, (once metros de altura y 22 de circunferencia tiene este tolmo al que sirve de peana una lancha de no menos de 60 metros de largo) siguieron andando para buscar un sitio donde comer pues continuaba la tenue lluvia y tuvieron la suerte de encontrar, cerca del canto del Berrueco, una casa cerrada, grande con mesas y con bancos bajo el porche. Se ve que los hados ayudan a los decididos. Allá se refugiaron (14:45-15:15) de la lluvia y comieron lo que llevaban acompañado con el buen vino ya mencionado, terminando con los diferentes
chocolates, pero sin “petrolato”.

Después de recoger reanudaron por un camino que ya no era el GR-10 que habían seguido hasta entonces: subieron por una pista que luego se transformó en senda, muy bien trazada y muy homogénea en la subida y un poco más empinada y en zona boscosa al final para llegar a La Dehesilla donde descansaron  un rato (16:55-17:05). El sendero hacia el collado de la Dehesilla, con pendiente suave casi hasta el final, era desconocido para la mayoría de los participantes, sólo Jero creía recordar haberlo recorrido en alguna de sus andanzas montañeras. Además era muy bonito, al comienzo  pasaba cerca de unas minas de gneis hoy abandonadas, pero al sobrepasarlas, ya el sendero se hacía estrecho y muy bien marcado. Después continuaron por el camino que baja hasta el refugio de Ginés, parando antes en la fuente del Tolmo para recoger agua pues se le habían agotado la que llevaban. Cruzamos el arroyo de la Ventana, y ya un poco aburridos de ese tramo final tan conocido. Después continuaron  hasta Canto Cochino (18:05), donde habían dejado los coches. Y allí se cambiaron la ropa y botas, pues con la lluvia y el sudor iban completamente empapados.

            Fueron 17 km y un poco más de  900 m de desnivel acumulado, que para alguno de los que íbamos resultaba suficiente   y tardaron unas seis horas y media.

El día aparecía ligeramente lluvioso y muy agradable de temperatura. La Pedriza siempre radiante, con sus enormes bloques de granito, que uno se maravilla de descubrir una y otra vez, cómo si nunca los hubiera visto. Una cabra solitaria nos vigilaba desde su lejana atalaya, no creo que se extrañara de ver a unos despistados a esa hora de la mañana, porque la Pedriza las tiene acostumbradas al gentío, pero bueno, estábamos solos y a punto de tomar los panchitos en su cercanía, y eso siempre puede dejar algún rastro alimenticio.






Marcha bonita, y no muy aguada, aunque las jaras y otros arbustos, que en esos senderos poco transitados los invaden, se encargaron de mojarnos adecuadamente.

Jero y Chicho









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